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Lo que aprendí de Adalberto…

Edmundo Calva Mercado


El Dr. Edmundo Calva es Líder Académico Honorario en el Instituto de Biotecnología de la UNAM, es además Presidente del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Cuernavaca. Esta semblenza ilustra apenas segmentos de una fructífera colaboración que han establecido El Dr. E. Calva y el Mtro. Adalberto Ríos-Szalay, en varios aspectos de la comunicación visual y cultural. Agradecemos las contribiciones de su obra fotográfica para el IBt y esta revista (N. del E.).

Fue en el año 2000 que, como presidente de la Academia de Ciencias de Morelos (ACMor), tuve mi primer encuentro con Adalberto Ríos Szalay. Fue en su oficina del Jardín Borda, en el centro de Cuernavaca, en la que quizá es la oficina más agradable que he conocido, en la planta alta de una edificación de piedra de dos niveles, muy antigua, con un pesado portón de madera y con madera también en los marcos de las ventanas. La oficina se encuentra pasando el patio central de la entrada; a mano izquierda en un sitio recóndito atrás de una gran pared. La vista desde la oficina hacia el jardín posterior del Borda es intensamente verde y sombreada. La paz interior que trasmitía nuestro sitio de encuentro fué —y me di cuenta con el tiempo— acorde a la personalidad de Adalberto.

Sólo recuerdo una vorágine de conceptos culturales profundos con los que me recibió Adalberto: vorágine a la vez llena de calma y de nuevos conocimientos para mí. Cuando le hablé sobre el concepto de que la ciencia es un proceso cultural junto con las artes —hablando de las artes en su gran concepción que incluye no sólo a las bellas artes, sino también las humanidades y por supuesto, a la filosofía— claramente vi una respuesta muy interesante en su rostro.

A Adalberto le llamó la atención mi postura y me vio con cierto asombro; pero definitivamente con gran sensibilidad. Pronto nos pusimos a hablar de este concepto y no hemos dejado de hacerlo por más de dos décadas. Él era en ese entonces el director del Instituto de Cultura de Morelos, y gracias a los buenos oficios de la entonces Dirección General de Desarrollo Científico y Tecnológico del Estado de Morelos, logramos cimentar los primeros esfuerzos para vincular las ciencias con el gobierno local, acompañando a las artes.

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Figura 1.

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Figura 2.

Este crisol de cualidades humanas hace de Adalberto Ríos Szalay un personaje notable en la cultura estatal y nacional, amén de su talento para captar con su cámara muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, evidenciado en sus exposiciones, en su impresionante acervo de más de un millón de imágenes, y en los relatos de sus andanzas, en sus libros, bellamente ilustrados con sus fotografías: México visto y andado; Y la llamaron Cuernavaca; o en Biodiversidad en Morelos con Topiltzin Contreras MacBeath y Adalberto Ríos Lanz; o en Paranguas: hogar de manjares michoacanas con Cristina Barrios, Ernesto Ríos Lanz y Prisciliano Jiménez González, entre otros títulos. En este sentido, el Instituto de Biotecnología y la Universidad Nacional Autónoma de México, así como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, lo pueden contar entre sus colaboradores más sobresalientes.

Es un enorme privilegio que fotos de Adalberto estén ilustrando varios de los números de “Biotecnología en Movimiento”. Hace unas cuantas semanas nos pusimos a charlar de nuevo. Adalberto me enfatizaba el hecho de que su fuerza motora ha sido el realismo, y el poder comprender los problemas que lo rodean y lo enmarcan.

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Figura 3.

En particular me insistió en que hay que compartir nuestro conocimiento sobre México, conocimiento que es muy limitado, pues es difícil conocer los muchos aspectos de nuestro país, y cómo la fotografía es una herramienta extraordinaria hacia este objetivo.

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Figura 4.

Y disertó sobre cómo las nuevas tecnologías fotográficas la hacen más dúctil y cómo disfrutaba de las nuevas posibilidades. Sin embargo, como cualquier proceso cultural, la fotografía nace de la observación y me dijo: «…fui aprendiendo a observar para de ahí recrear los pasajes culturales ». Y coincidimos nuevamente en reconocer que vivimos en un país y en un Estado de gran riqueza cultural, o más bien y mejor dicho, de biodiversidad cultural. Somos una potencia cultural.

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Figura 6.

En este espíritu, no es de sorprender cuales son las temáticas en sus acervos fotográficos. Ellas incluyen el ilustrar cómo es la producción pulquera y henequenera; cómo se ha desarrollado nuestra cultura gastronómica; cómo funciona el Observatorio de San Pedro Mártir bajo la explicación del Dr. Emmanuel Méndez Palma; y acervos de imágenes del Jardín Botánico de la UNAM, gracias a la iniciativa del Dr. Jorge Nieto Sotelo; de la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas, de la Selva Lacandona, así como de nuestras mariposas monarca en Michoacán o de nuestras ballenas jorobadas en la Laguna de San Ignacio en Baja California Sur. Sus aventuras le han llevado a interactuar con biólogos mexicanos como Arturo Gómez Pompa, Topiltzin Contreras MacBeath, Óscar Dorado Ramírez, Tila María Pérez Ortiz y Víctor Manuel Sánchez Cordero. En este sentido, Adalberto me dio una cátedra sobre la importancia de un lenguaje común —preciso y elegante para el gran público, que también a él le diera la visión para tener las imágenes fotográficas pertinentes— para trasmitir nuestro conocimiento a la sociedad sin utilizar el lenguaje muy especializado de los científicos.

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Figura 7.

Con la antropóloga y arqueóloga Silvia Garza Tarazona realizó un proyecto para ilustrar su trabajo sobre Xochicalco y con la etnógrafa Marcela Tostado Gutiérrez, para ilustrar la reconstrucción de El Convento de la Natividad en Tepoztlán. Más aún, sus fotografías previas pueden ayudar en la reconstrucción de otras obras históricas dañadas, como el Templo Nurio en Michoacán o la Estela 14 en Cobá//h, Yucatán: «…lo que se requiere es la voluntad política que haga posible la consecución de los recursos económicos requeridos». E insistió: «…no podemos dejar pasar la oportunidad de ilustrar con fotografías los proyectos de biología, de biotecnología, de arqueología, de etnografía, entre otras muchas disciplinas, porque se requiere de la colaboración de los especialistas con nosotros los fotógrafos, alcanzando un lenguaje común; como lo hicieron el fotógrafo germano-mexicano Guillermo Kahlo y el geógrafo húngaro Pál Rosty, o como se refleja en al magnífico Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, especializado en arte mexicano que preserva el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. »

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Figura 8.

En este sentido, es muy importante enfatizar el papel de Adalberto y Ernesto Ríos Lanz, los hijos de Adalberto. Desde pequeños lo acompañaban en viajes de trabajo, observando y tomando fotografías, y con el tiempo, gracias a sus estudios y dedicación se convirtieron en sus colaboradores formales en varios de los proyectos descritos; son además los celosos guardianes y continuadores del gran acervo fotográfico. Esta pasión compartida es también inspiradora, y contribuye a la riqueza artística e intelectual de nuestra ciudad de Cuernavaca.

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Figura 9.

Durante la charla le pregunté si habría una frase que nos pudiera describir su proyecto de vida a lo cual me respondió: «…mi intención ha sido la de ilustrar y dejar un testimonio del tiempo que nos ha tocado vivir». Y me habló sobre Humboldt, una figura en la historia de nuestro Estado, y de cómo ilustró con dibujos detallados las especies que encontraba en el Nuevo Mundo y cómo ello se asemejaba a su proyecto de vida.

Y con su característica amalgama de calma y pasión me dijo: «…y aunque no todo es color de rosa hay que enfatizar lo bueno, no los horrores que acaparan la atención de los medios». Y me habló sobre la UNESCO, que ha tenido éxito en la promoción de los patrimonios culturales de la humanidad y en llamar nuestra atención sobre la reserva de la biósfera y la extinción de las especies.

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Figura 10.

Y regresando a esas últimas horas de una mañana en el año 2000, salí de la oficina de Adalberto para decirle a mi familia que iríamos en nuestro próximo paseo a ver las estelas en piedra con bajorrelieves de jaguares, de la cultura olmeca y ubicadas en Chalcatzingo, Morelos, donde abundan los Cuexcomates o graneros prehispánicos. No salía yo entonces del asombro sobre mi ignorancia cultural, a pesar de haber residido en el Estado de Morelos desde hacía diecinueve años. Pero también, visto a través de los años, esa visita fue una gran oportunidad para fortalecer una visión cultural plena sin fronteras, que me ha acompañado toda la vida.

Gracias, Adalberto.

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Figura 11.

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Figura 12.

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Figura 13.

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Figura 14.

ANEXO - Fichas técnicas/ culturales asociadas con las imágenes incluidas en este artículo (Edición: ECM y JEPA) - https://biotecmov.ibt.unam.mx/numeros/30/7-anexo.html



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